sábado

Juan Laurentino lo dijo mejor.


NO, NO ES POSIBLE...


No, no es posible.Hermanos nuestros tiritan aquí, cerca, bajo la lluvia.


¡Fuera la delicia del fuego, con Proust entre las manos,

y el paisaje alejado como una melodía

bajo la llovizna

en el atardecer perdido del campo!


Fuera, fuera, Brahms flotando sobre los campos!

No, la muerte mágica de la música,

ni la turbadora sutileza,

mientras bajo la lluvia

hombres sin techo y sin pan

parados en los campos,

vacilan al entrar a la noche mojada!


JUAN L. ORTIZ

viernes

¿Héroes?


En las afueras de Concepción del Uruguay, en la provincia de Entre Ríos, a 23 kilómetros, se alza el Palacio San José, el hogar del primer presidente constitucional argentino, el polémico Justo José de Urquiza, quien derrotó a Rosas en la batalla de Caseros en 1852. Fue construido entre 1848 a 1865, junto a un lago artificial.
Este es el escenario donde transcurre una de las novelas históricas más destacadas de la literatura argentina; "El general, el pintor y la dama" de María Esther de Miguel.
Un lugar y una novela muy caros a mis sentimientos por tratarse de la vida de un héroe al que aún hoy me resulta difícil someter a un análisis crítico. Será porque soy entrerriana y crecí rodeada del culto a este hombre que, como tantos en nuestra historia, tuvo la fuerza para organizar un ejército (El ejército Grande), conquistar territorios y ganar decenas de batallas pero, no pudo o no supo detener esa fuerza a tiempo?
Hoy me pregunto ¿A qué obedece esa extraña necesidad humana de tener héroes? Sé que se han ensayado muchas respuestas, y suelo repetirlas a mis alumnos, pero todavía no me satisface ninguna. Me cuesta mucho imaginarme un mundo sin ellos pero, a la vez, suelo entrever que el costo de tenerlos ha sido muy alto. Es por esto que, cuando este año les pregunté a mis alumnos acerca de qué héroes contemporáneos reconocían y no pudieron responderme, me alegré. ¿No será que en realidad los chicos están tratando ser más libres? ¿O es que yo quiero creer eso para no salir vociferando, como tantos colegas, que los "niños" son unos irresponsables con su tiempo, con la historia, con..., con todo?

domingo

Efectos

Le basto cruzar el umbral de la puerta y verla hecha un ovillo en el sillón de mimbre: rodillas con pera, mechón de pelo en la frente, la mirada perdida, para comprender que otra vez la había perdido. Por cinco, seis, quizás siete días solamente pero eran más que suficientes para extrañarla.

Podía urdir toda clase de artimañas para intentar retenerla, pero era en vano. Ella se había ausentado, otra vez. La primera vez pensó que era una excepción. Algo fuera de lo común, un ejemplar extraño había logrado que ella entrara en trance y no sabia como conectarse con ella en ese estado. Pero era irremediable, como la verdad, ni triste ni alegre, ni bueno ni malo, irremediable.

Cualquier otra persona que la conociese diría que él era un exagerado, que ella no se había ido a ningún lado, que estaba allí, que dormía en su cama, que comían juntos, incluso podían llegar a compartir un mate, pero él sabia que no era del todo cierto. Había algo en la esencia de su mujer, un pequeño desliz del alma, que se había modificado.

Su cuerpo estaba, sí, sus movimientos mecánicos, incluso hasta lo cotidiano de la casa seguía ocurriendo, pero en el fondo, había un delgadísimo hilo que se cortaba. Ella se había ido a un mundo paralelo, invisible, pero tan contundente, que lo único que podía hacer era esperar que a que regrese y extrañarla.

Al principio dio pelea. ¿Qué era todo esto? ¿Dónde se había visto? Alejarse así, sin mediar palabra, sin explicaciones previas! Era inútil.

Incluso pensó en amenazarla, pero cómo. ¿Qué iba a decirle? Ni siquiera se animó a sugerir que la dejaba, no sólo porque la simple idea le producía rechazo, sino porque intuyó que ella no pondría ningún tipo de objeciones al respecto. Incluso quizás, hasta se hubiera sentido aliviada si él la dejaba sola esos días.

Lo terrible no era su ausencia, sino la certeza de que él, en ninguna oportunidad, tendría acceso a ese lugar remoto en el que ella se alojaba, ni siquiera podía espiar ese mundo. Entonces sentía celos. Era eso, sencillamente...

Se venia, ya lo sabia, una semana de guisos pasados, fideos quemados y remeras arrugadas, ¡que no fuera a ocurrir justo en la época en que se vencía la luz o el teléfono! porque era obvio que ella no detendría su tarea por un hecho tan burdo como ese. Pero como todo, uno o dos días después de terminar, ella volvía a ser la misma, volvía a mirarlo como antes, como siempre, a tomar su mano como si nada y sin ningún motivo aparente, volvía a sentirla suya , así que no había que alarmarse, ya no. Sabía que esto pasaría y volvería a empezar. Así era ella.

Sabia que no era el fin del mundo, era su mujer, lo amaba, sólo tenia que esperarla porque ella siempre volvía. Su mujer no estaba enferma, ni loca, ni tenia problemas de personalidad, solamente, ella otra vez, había empezado a leer un libro, uno de esos que la absorbían completamente y que extraían de ella su fibra mas intimas, para devolverla feliz y renovada y...más hermosa que nunca!

Mariana.

jueves

Juan L. Ortiz



“Fui al río”


“Regresaba
--¿Era yo el que regresaba?--
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
¡Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

POBREZAS


Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no tienen silencio ni pueden comprarlo.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar,
como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que tienen el derecho de respirar mierda,
como si fuera aire, sin pagar nada por ella.

Pobres,
lo que se dice pobres
son los que no tienen más libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que viven dramas pasionales con las máquinas.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que son siempre muchos y están siempre solos.

Pobres,
lo que se dice pobres,
son los que no saben que son pobres.
Eduardo Galeano

miércoles

Los amigos


En el tabaco, en el café, en el vino,
al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan
sin que se sepa qué, por el camino.

Livianamente hermanos del destino,
dióscuros, sombras pálidas, me espantan
las moscas de los hábitos, me aguantan
que siga a flote entre tanto remolino.

Los muertos hablan más pero al oído,
y los vivos son mano tibia y techo,
suma de lo ganado y lo perdido.

Así un día en la barca de la sombra,
de tanta ausencia abrigará mi pecho
esta antigua ternura que los nombra.

lunes

LLAMADO POR LOS MALOS POETAS




Se necesitan malos poetas. Buenas personas, pero poetas malos. Dos, cien, mil malos poetas se necesitan más para que estallen las diez mil flores del poema. Que en ellos viva la poesía, la innecesaria, la fútil, la sutil poesía imprescindible. O la in- versa: la poesía necesaria, la prescindible para vivir. Que florezcan diez maos en el pantano y en la barranca un Ele, un Juan, un Gelman como elefante entero de cristal roto, o un Rojas roto, mendigando a la Reina de España. (Ahora España ha vuelto a ser un reino y tiene Reina, y Rey del reino. España es un tablero de alfiles politizados y peones recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego). Y aquí hay torres de goma, alfiles politizados y damas policiales vigilando la casa. A la caza del hombre, por hambre, corren todos, saltan de la cuadrícula y son comidos. Todo eso abunda: faltan los poetas, los mil, los diez mil malos, cada uno armado con su libro de mierda. Faltan, sus ensayitos y sus novela en preparación. Ah.. y los curricola, y sus diez mil applys nos faltan. No es la muerte del hombre, es una gran ausencia humana de malos poetas. Que florezcan cien millones de tentativas abortadas, relecturas, incordios, folios de cartulina, ilustraciones de gente amiga, cenas con gente amiga, exégesis, escolios, tiempo perdido como todo. Se necesitan poetas gay, poetas lesbianas, poetas consagrados a la cuestión del género, poetas que canten al hambre, al hombre, al nombre de su barrio, al arte y a la industria, a la estabilidad de las instituciones, a la mancha de ozono, al agujero de la revolución, al tajo agrio de las mujeres, al latido inaudible del pentium y a la guerra entendida como continuidad de la política, del comercio, del ocio de escribir. Se necesitan Betos, Titos, Carlos que escriban poemas. Alejandras y Marthas que escriban. Nombres para poetas, anagramas, seudónimos y contraseñas para el chat room del verso se necesitan. Una poesía aquí del cirujeo en la veredas. Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones. Una poesía de los salones de lectura de versos. Una poesía por las calles (venid a ver los versos por las calles...) Una poesía cosmopolita (subid a ver los versos por la web...). Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver poesía en el pesebre del amor...) Una poesía explosiva: etarra, ética, poéticamente equivocada. En los papeles, en los canales culturales de cable, en las pantallas y en los monitores, en las antologías y en revistas y en libros y en emisiones clandestinas de frecuencia modulada se buscan poetas y más malos poetas: grandes poetas celebrados pequeños, poetas notorios, plumas iluminadas, hombres nimios, miméticos, deteriorados por el alcohol, descerebrados por la droga, hipnotizados por el sexo idiotizados por el rock, odiados, amados por la gente aquí. En las habitaciones se buscan. En un bar, en los flippers, en los minutos de descanso de la oficina, entre dos clases de gramática, en clase media, en barrios vigilados se buscan. ¿Habrá en la tropa? ¿En los balnearios, en los baños públicos que han comenzado a construir? ¿En los certámenes de versos? ¿En los torneos de minifútbol? ¿Bajo el sol quieto? ¿A solas con su lengua? ¿A solas con una idea repetitiva? ¿Con gente? ¿Sin amor? No es el fin de la historia, es el comienzo de la histeria lingual. Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua. Falsifiquemos el deseo: Te necesito nene. Para empezar te necesito. Para necesitar, te pido ese minuto de poesía que necesito, necio: quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal poema, que me acarices con sus ripios, que me turbes la mente con otra idea banal, y que me bañes todo con la trivialidad del medio. Y en medio del camino, en el comienzo de la comedia terrenal, quiero vivir la necedad y la necesidad de un sentimiento falso. Se necesitan nuevos sentimientos, nuevos pensamientos imbéciles, nuevas propuestas para el cambio, causas para temer, para tener, aquí en el sur. Y arriba España es un panal de hormigas orientales: rumanas, tunecinos, suecas a la sombra de un Rey. Riámonos del Rey. De su fealdad. De su fatalidad. De Su Graciosa Realidad. La realidad es un ensueño compartido. La realidad de España es su filosa lengua pronunciando la eñe y su mojada espada pronunciando el orden del capital y la sintaxis. ¡Ay, lengua: aparta de mí este cuerno de la prosperidad clavado en tu ingle, suturada de chips, y cubre nuestras heridas con el bálsamo de los malos poemas..!

Rodolfo Enrique Fogwill